Poema 36

Oh ciego sin guitarra y con envidia, cocido en tu veneno, desdeñado como esos zapatos entreabiertos y raídos que a veces abren la boca como si quisieran ladrar, ladrar desde la acequia sucia. Oh atado de lo que nunca fue, no pudo serlo, de lo que no será, no tendrá boca, ni voz, ni voto, ni recuerdo, porque así suma y resta la vida en su pizarra: al inocente el don, al nudo ciego su cuerda y su castigo. Yo pasé y no sabía que allí estaba esperando con su brasa, y como no podía quemarme y me buscaba adentro de su sombra, me fui con mis canciones a la luz de la vida. Pobre! Allí transcurre, allí estaba transcurrido, preparando su sopa de vinagre, su queso de escorbuto, cociéndose en su nata corrosiva, en esa oscura olla en que cayó y fue condenado a consumir su propio vitalicio brebaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario